Memoria Viva de Los Alfaques: Un Testimonio Impactante de la Ayuda en 1978
Un relato visceral de un joven de la Cruz Roja que enfrentó el horror en Sant Carles de la Ràpita.
Tarragona, 11 de julio de 2025
Cada 11 de julio, el recuerdo de la tragedia del camping Los Alfaques de 1978 en Sant Carles de la Ràpita vuelve a la memoria colectiva. Las cifras oficiales hablan de más de 200 vidas segadas y cientos de heridos. Pero más allá de los números, están las historias de quienes la vivieron en primera persona. Una de ellas es la de Ramón Gabarró Gibert, entonces un joven soldado de la Cruz Roja con solo 19 años. Su testimonio, crudo y directo, nos transporta al corazón mismo del horror de aquel fatídico día.
Ramón Gabarró estaba haciendo la mili en el destacamento de Valls cuando la alarma saltó. «Cuando salimos de Valls sabíamos que íbamos a una catástrofe», relata Ramón. La verdadera magnitud del suceso era aún desconocida. «No sabíamos que se trataba de un camping», añade. La falta de comunicación era total en aquella época. «Creíamos que era una central nuclear o una fábrica de cemento; no había telefonía móvil y las emisoras las tenían pocos», recuerda. El camino hacia el desastre ya era una premonición. «Por la carretera nacional parecía una carrera de ambulancias y sirenas a la hora de comer», describe, pintando un cuadro de caos y urgencia en un día que debería haber sido de tranquila normalidad veraniega.
El Olor a Tragedia y Horror
Al llegar a Los Alfaques, la realidad superó cualquier imaginación. Rápidamente, Ramón y sus compañeros de la Cruz Roja fueron directamente a la tarea más dura y desgarradora: la recogida de cadáveres. «Estuve allí en acto de servicio de Cruz Roja haciendo la mili con 19 años destacamento de Valls», rememora. Con mantas, iban colocando los cuerpos sobre un camión.
La imagen que describe es escalofriante. «Muchos cadáveres se podía distinguir que eran señoras por el hierro del sujetador». Este detalle íntimo y terrible subraya la devastación de los cuerpos, reducidos a meros restos. «Todos quedaron con los brazos levantados…», añade. Esta postura de súplica o defensa es recurrente en los relatos de quienes presenciaron la explosión.
El ambiente estaba impregnado de la huella imborrable de la catástrofe. «Olor a tragedia y horror», resume Ramón, una sinestesia que encapsula la experiencia sensorial de un evento que marcó a quienes lo vivieron. Incluso la visita de las autoridades quedó eclipsada por la magnitud del desastre. «Vino el president Tarradellas con helicóptero y, inoportunamente, se produjo una nube de ceniza y polvo…», un detalle que muestra cómo la propia escena seguía siendo un entorno hostil e incontrolable.
El Legado de una Lección Dura
El testimonio de Ramón Gabarró es una ventana a la heroicidad anónima. También muestra el impacto psicológico de una tragedia que cambió las vidas de muchas personas, no solo las de las víctimas directas. Aquellos jóvenes soldados, bomberos, sanitarios y voluntarios se enfrentaron a una realidad que pocos pueden comprender.
La tragedia de Los Alfaques impulsó cambios drásticos en la legislación sobre el transporte de mercancías peligrosas. Se mejoró también la seguridad en campings. Así, se convirtió en un símbolo de la importancia de la prevención. Sin embargo, como nos recuerda Ramón, las lecciones más profundas se encuentran en las vivencias de aquellos que, como él, recogieron los pedazos de un día que nunca debió haber existido. Su voz, 47 años después, es un eco necesario. Su relato garantiza que el recuerdo de Los Alfaques permanezca vivo, no solo en las estadísticas, sino en la memoria humana.