Este paisaje sonoro, por ejemplo, es una clara señal de bilingüismo, la capacidad de una persona para manejar dos idiomas con fluidez. Sin embargo, la realidad de Catalunya va más allá de esta habilidad individual. Para comprenderla a fondo, es necesario explorar la diglosia, una situación social que establece una jerarquía en la que una lengua, la “alta,” domina en los espacios formales y de prestigio, mientras que la “baja” se relega al ámbito informal.[1, 2]
Por lo tanto, para quienes han llegado a Cataluña en busca de un nuevo hogar, así como para los residentes, entender esta complejidad es la primera llave para abrir la puerta de una verdadera integración y convivencia.
La Diglosia de Ferguson y la Expansión de Fishman
El sociolingüista estadounidense Charles A. Ferguson formuló el concepto de diglosia, aplicándolo inicialmente a dos variedades de una misma lengua.[3, 4] La variedad «alta» (H), por un lado, se usa en ámbitos como el gobierno, la educación superior o la literatura, mientras que la «baja» (L) se reserva para lo doméstico o las conversaciones cotidianas.[3] Asimismo, esta variedad H es socialmente más valorada, tiene una herencia literaria y una estricta estandarización, y se adquiere formalmente en la escuela, mientras que la L es la lengua materna.
Más tarde, Joshua Fishman expandió este concepto para aplicarlo a situaciones donde coexisten dos idiomas distintos, como es el caso del catalán y el castellano en España.[1, 5] De esta forma, Fishman estableció una distinción crucial: el bilingüismo es un fenómeno individual, mientras que la diglosia es una situación social.[1, 5] En consecuencia, la simple presencia de hablantes bilingües no implica que la diglosia haya sido superada, ya que la jerarquía de uso puede persistir.
El Eco del Pasado: La Lucha por la Supervivencia
El inicio de la relegación del catalán se sitúa en el siglo XVIII con los Decretos de Nueva Planta.[6, 7] Aunque existe un debate histórico sobre si estos decretos «prohibieron» la lengua, la evidencia demuestra una represión sistémica que impuso el castellano en la administración, la justicia y la educación.[6, 7, 8]
Esta jerarquía se intensificó al máximo durante la dictadura franquista (1939-1975), cuando el castellano se elevó al estatus de única lengua oficial.[6] En ese periodo, se impusieron medidas represivas, como la prohibición de rótulos en la calle y multas por usar el catalán en documentos oficiales.[6, 9] No obstante, esta persecución tuvo un efecto paradójico: la lengua, lejos de desaparecer, se convirtió en un símbolo de resistencia e identidad cultural, fortaleciendo su uso en el ámbito informal.[7, 10]
Con la llegada de la democracia, el catalán recuperó su estatus cooficial.[11] El objetivo de la Generalitat de Catalunya fue la «normalización» de la lengua, buscando revertir la diglosia histórica a través de leyes como la de Normalización Lingüística de 1983, que impulsó su uso en todos los ámbitos.[12, 13] Para ello, se estableció el modelo de inmersión lingüística en las escuelas, con el fin de que todos los alumnos, independientemente de su lengua materna, dominaran ambos idiomas oficiales.[12] A pesar de ello, este modelo ha sido objeto de intensa controversia política y judicial en los últimos años, con sentencias que obligan a un mínimo de clases en castellano [14], es importante señalar que una encuesta de 2021 del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) reveló que el 76% de los catalanes apoya la inmersión.[15]
El Retrato Sociolingüístico Actual: La Paradoja del Uso
La pregunta de si la diglosia ha sido superada en Cataluña es el centro de un intenso debate académico. Por un lado, algunos sociolingüistas prefieren hablar de una «lengua minorizada» para capturar la complejidad del conflicto actual.[16] Por otro lado, y a pesar del alto conocimiento del catalán, su uso habitual en porcentaje ha disminuido, una tendencia atribuida a la fuerte inmigración que la región ha experimentado y la baja natalidad.[17, 18]
Esta paradoja se refleja en los datos más recientes de la Encuesta de Usos Lingüísticos de la Población (EULP) de 2023:
Idioma | Porcentaje de la población que entiende | Porcentaje de la población que sabe hablar |
---|---|---|
Catalán | 93,4% [18] | 80,4% [18] |
Castellano | ~100% [18] | ~100% [18] |
Idioma | Porcentaje de uso habitual único |
---|---|
Castellano | 46,5% [18] |
Catalán | 32,6% [18] |
Estos datos muestran que, si bien el catalán ha ganado hablantes en cifras absolutas, su uso habitual en porcentaje ha disminuido, lo que sugiere que la diglosia no ha desaparecido por completo, sino que ha evolucionado hacia una forma más «encubierta» que opera en las interacciones cotidianas.[19] La jerarquía de prestigio y de uso persiste: un estudio de 2025 (`elmon.cat`) revela que el 70% de los hablantes que inician una conversación en catalán cambian de idioma si el interlocutor les responde en castellano.[19]
El Caso Específico de Tarragona: Un Reflejo de la Complejidad
La provincia de Tarragona presenta un patrón lingüístico único dentro de Cataluña. Su composición demográfica, con una de las mayores proporciones de población inmigrante y personas provenientes del resto de España y la baja natalidad es un factor determinante.[20] Además, esta situación se ha visto acentuada por una tasa de natalidad en mínimos históricos en Cataluña, lo que hace que el crecimiento de la población sea impulsado parcialmente por la migración.[21]
Los datos del Camp de Tarragona de 2013 ilustran claramente la distinción entre conocimiento y uso:[22]
Habilidad | Porcentaje de la población |
---|---|
Entender catalán | 94,5% [22] |
Hablar catalán | 81,6% [22] |
Usar catalán como lengua habitual | 38,6% [22] |
Usar castellano como lengua habitual | 47,9% [22] |
De hecho, esta situación de predominio del castellano en el uso habitual solo se repite en el área metropolitana de Barcelona, lo que subraya la particularidad de la provincia.[20] La diglosia se manifiesta de forma tangible en la vida diaria: el uso del catalán es mayor en entornos regulados por políticas de normalización (como la administración o los bancos) y menor en otros ámbitos como el pequeño comercio.[22] Curiosamente, un dato de 2022 indica que cerca del 70% de los pequeños comercios del centro de Tarragona priorizan el catalán para atender a los clientes, lo que muestra el impacto de los esfuerzos de normalización a nivel local.[23]
Más Allá de las Estadísticas: Un Llamado a la Empatía
Vivir en Tarragona implica experimentar esta realidad lingüística de primera mano. Por un lado, algunos jóvenes ven las dos lenguas como un enriquecimiento que facilita el aprendizaje de otras.[24] En cambio, otros expresan su preocupación por la posible pérdida de la cultura catalana.[24]
La clave para navegar esta complejidad reside en la empatía. Es entender que un acto tan simple como responder en catalán puede no ser un gesto de confrontación, sino de afirmación de una identidad que ha luchado durante siglos por su espacio. Y, del mismo modo, un hablante de castellano que se esfuerza por entender o usar el catalán, aunque sea con dificultad, envía una señal de respeto y apertura que construye puentes.
En conclusión, el verdadero desafío de la diglosia no es la batalla por la hegemonía de una lengua sobre la otra, sino la capacidad de cada individuo para reconocer el valor de ambas y la voluntad de dar un pequeño paso hacia el entendimiento mutuo. Al final, no se trata solo de qué idioma hablas, sino de la intención que pones en cada palabra. Y a los tóxicos déjenlos hablando solo sea el idioma que sea.