Al leer la historia de la humanidad, podemos identificar un factor común que nos une e identifica como especie: la violencia.
Cuando la violencia se torna cotidiana, se puede describir, relatar e incluso dibujar. Y lo infame de todo esto, es que a los espectadores ya les parece común. Un escenario repetido en innumerables ocasiones con un final que ya conocemos.
- Vemos la lluvia como un evento cotidiano.
- Normalizamos la beligerancia.
- El derramamiento de sangre ha perdido su impacto.
Relato
Es extraño, la lluvia nunca había sido tan peculiar como hoy en día, y esta lluvia tenía su propia particularidad: una paleta de colores distinta, un olor diferente, no caía desde el cielo como naturalmente podemos apreciar, y su sonido es precisamente el que nos ayuda a descansar en paz.
Esta vez, la lluvia venía acompañada de humo y fuego; esta vez, la lluvia no calaba otra cosa que no fueran los ojos. El diluvio se mantiene constante, no importa cuál sea la estación en la que nos encontremos, la tempestad germina con la ayuda del poder.
No hay abrigo que la detenga ni techo que apacigüe su ira; truenos y relámpagos que surcan la tierra, temporales que arrasan con algo más que la dignidad, ráfagas de granizo y acero.
No hay vendaval más feroz que el odio, que si no llueve, hace llover; que si no hay espacio, lo genera; que si una raza le molesta, la extermina.
Es extraño, yo nunca había visto llover de esta manera, y mira que he visto lluvia caer.
Este artículo forma parte de la sección Filosofía y dialoga con reflexiones clásicas sobre la violencia desarrolladas en la Stanford Encyclopedia of Philosophy.
Para profundizar en una mirada filosófica sobre la guerra y la violencia, puede consultarse la Stanford Encyclopedia of Philosophy.